La historia de Roberto, nombre ficticio para preservar su
identidad, bien podría inspirar un thriller. Este hombre asegura estar viviendo
una pesadilla por el maltrato físico y psicológico de su mujer, maltrato que
—dice— se extiende también a sus dos hijos menores. «Cuando me agrede, yo
siempre me vuelvo de espaldas para proteger a los niños, exponiéndome a que me
clave un cuchillo, pero no puedo tocarla porque está buscando que yo le dé un
empujón para ir corriendo a denunciarme. Si hubiera hecho una cuarta parte de lo
que ella me ha hecho, estaría en la cárcel. Todo lo que denuncio en los juzgados
de Violencia de Género es ignorado», lamenta.
«Mi mujer y yo nos conocimos en la Universidad donde los dos nos
licenciamos. Al principio parecía una persona normal, pero al nacer nuestro
primer hijo empezó a hacer cosas raras, a hablar sola, a insultar a la
gente...», recuerda este hombre, quien achacó esas «rarezas» a una depresión
post-parto de su mujer. En el verano de 2008 su estado depresivo cambió a
agresivo. «Me atacaba acusándome de homosexual, bisexual, de violar a los niños,
de acostarme con mi suegra… El problema no era lo que decía, sino que lo decía
delante de los niños».
Lo peor estaba por llegar. «En diciembre de 2008 —continúa— ella se
confesó enamorada de un profesor del colegio religioso de mi hijo al que comenzó
a acosar. En enero de 2009 el colegio me pidió que me hiciera cargo de los niños
y no dejase a la madre acercarse al centro. El colegio y el profesor acosado no
quieren problemas y, en lugar de denunciarla, me anuncian que mi hijo no tendrá
plaza el próximo año».
A partir de ahí, Roberto tomó dos decisiones: divorciarse y hacerse
cargo de los niños. Llegado un momento, su mujer dejó de acudir al trabajo. «Me
informan que le han abierto un expediente por insultar a los compañeros y
alumnos, dar cortes de manga a los alumnos, pedir dinero para corregir los
exámenes... Le suspendieron de empleo y el instructor del expediente pide su
expulsión o un examen psiquiátrico. Entonces ella se dio de baja médica». En
cuanto planteó la demanda de divorcio, la mujer le denunció «porque le dije hace
5 años que era mala madre. La denuncia era tan inconsistente que ni me
detuvieron y fue archivada. La jueza le recriminó a ella que quisiera pasar a la
vía penal un procedimiento civil».
En otra ocasión, Roberto tuvo que llamar a la Policía «porque ella
se había encerrado en la casa con el niño y me había dejado a mí fuera con la
niña. El niño pedía auxilio por la ventana. Cuando la Policía se fue, mi mujer
no me dejaba salir y nos tuvimos que encerrar en una habitación y llamar otra
vez a la Policía, que la sujetó y pudimos salir de la casa. Cuando intenté poner
una denuncia por maltrato en Violencia de Género me intentaron disuadir
diciéndome que era un juzgado para mujer y que eso no iba a ningún lado. La
jueza me tomó declaración a regañadientes y a los cuatro días archivó».
Delante de los niños
«Mi ex mujer —asevera Roberto— ha acuchillado la puerta, ha roto la
cerradura... Los niños están atemorizados, cuando la oían por la casa se
escondían debajo de la mesa o detrás de las cortinas, se hacían los
dormidos...». «Otro día me atacó por la espalda delante de los niños. Cuando
llegó la Policía se abalanzó sobre los agentes. Se la llevaron detenida y pasó
una noche en el calabozo. Eso fue un domingo. El lunes me denunció por violencia
de género. Se aprobó una orden de alejamiento de ella hacia mí y de mí hacia
ella, pero dejando suelto lo más importante: los niños. Pedí una orden de
protección hacia ellos pero el Juzgado de Violencia de Género no la aprobó
alegando que por ahora no le ha hecho daño físico.